CUANTO PUEDE HABER DEBAJO EL TAPETE
Si nuestra mente no es
diligente
y
el razonamiento no es una propiedad
de
la misma, difícilmente podremos alcanzar
el
conocimiento que tanto deseamos.
Anonimo,
tomado de:
http://www.sabidurias.com/
PATIO
BONITO UNA TIERRA PROPIA QUE PERDIÓ SU DUEÑO
Desde el lado izquierdo de mi escritorio
puedo divisar los techos desvencijados de las viviendas vecinas al colegio, a donde fui trasladado en abril seis de dos mil quince, municipio de Nemocòn, debajo
de esos tejados pintados de negro brillante por el hollín de los buitrones de
las fábricas de ladrillos, viven hombres con sus esposa y familias, niños con
sus sueños y sus inocencias, mujeres con sus penas y sus dolores… hay que
aclarar que el hollín no es una técnica de pintura y el buitrón, menos, el apodo de un gran
pintor, solo son: el uno, el sedimento que deja el humo y el otro el conducto
por donde sale el humo de los hornos, fantasmas alegóricos de una sociedad que
muere asfixiada por los hedores de la tierra,
hornos, que como pústulas de
greda crecen por toda la superficie de
la ladera y envenenan el paisaje humano, agonizantes gigantes de argamasa que
cocinan ladrillos en sus vientres.
Desde el lado donde me siente en mi escritorio igual se siente el mismo olor
a combustión e igual se ve la misma
deforestación de las tierras, el paisaje no puede ser más triste…o si, puede
serlo, cuando se mira el relieve en las caras de los pobladores de la región,
hay en cada uno, una manifestación diferente del sufrimiento, caras lánguidas y
transfiguradas por el olvido de la sociedad, caras sucias de angustia, caras
manchadas por el inclemente sol de las horas de tarde y la furia de los hornos
donde se queman los adobes. Caras de niño, cansadas de cargar ladrillos. Manos
enormes de hombres pequeños que se hacen grandes para trasegar…justa justicia
donde estas.
El tres de abril de dos mil quince, pisé
por primera vez las áridas tierras de la vereda Patio Bonito, municipio de Nemocòn.
Mis ojos no pudieron grabar más porque el ángulo de visión es limitado, pero mi
mente empezó a copiar pequeñas escenas que hoy y a cada momento recuerdo para
poder armar un rompecabezas que se puede encontrar bajo el tapete de la region.
Después de colocar el primer pie en tierra, es obligado avanzar hacia abajo
para adentrarse en la vereda, era una tarea ineludible, los pasos son reiterados cuando se tiene una visión social
humanizada de la realidad.
Anduve desde las once de la mañana de ese
día, hasta las cinco de la tarde intentando encontrar un trozo de tierra libre
de polvo, arena y piedra donde descansar mi inconformidad con la sociedad, el
estado y conmigo mismo, un espacio de prado limpio y libre del pecado cívico
del que está invadido y contaminado todo hombre, solo encontré un barranco
desmadrado donde recostar mi pequeña humanidad. Caminé sumido en un letargo por
la vida, anestesiado con algún potaje suministrado por el neoliberalismo,
ignoré por años las necesidades ajenas y fui indiferente ante los llamados de
la sensibilidad; ahora los harapos de los hijos de la pobreza y la ignorancia
se vuelcan a mis pies como aviso de emergencia.
Carretera abajo, y dolido por el maltrato de las piedras bajo
los pies, pude encontrar al joven Luis Fernando Santisteban, este, fue el
primer habitante, oasis a la palabra, melifluo niño, en brindarme una dispensa
de bienvenida, además de sentarse junto a mí a comunicarme su tristeza sin
palabras. Bajo del doble carril de pestañas negras que surcan la orilla de sus ojos
cargados de inocencia, había un gesto de desconfianza que abandono por momentos,
para dejarme saber su enfado por la suerte de vida que le había tocado, _
¿profe, y usted se va a venir a trabajar aquí?_ indago Luis Fernando, _porque
yo, al contrario me iría lo más lejos que pudiera._ replico el muchacho. Las
palabras de mi fortuito acompañante y muy desde fuera de mí, me dieron en menos
de tres segundos la respuesta que intentaba encontrar, muy dentro de mío: Aceptaría
el traslado que me daba la gobernación para ocupar el cargo de secretario
académico del único colegio de este lugar, si eso me daba la oportunidad de
generar acciones que ayudaran en algo, a la solución de los problemas de estas
personas, que por culpables que pudieran ser de su desgracia, no merecían
sufrir el olvido de sus congéneres.
El panorama no podía ser más nefasto; por
un lado ver a los niños descalzos correr por las calles sin pavimento, por otro,
sentir un impresionante olor a humo y
tierra quemada, sin negar la sensación de pueblo de forajidos que se percibía
en el ambiente. De repente advertí que desde las ventanas cubiertas por cortinas estampadas con
florones y envejecidas por el sol, algunas mujeres asomaban tímidamente sus
cabezas para verme bajar, no dejaban ver sus caras por completo, al igual que la
sinrazón de nuestra sociedad: las verdades a medias, los problemas ocultos por
alguna cortina acarosa, la pobreza disfrazada, y las malas intenciones siempre
debajo de los escritorios o escondidas en las mangas, como acto circense de futuro.
La mejor manera de conocer a los hombres
es mirarles a los ojos, pues aquí pude constatar esta afirmacion. Creo haberles
mirado a todos de frente como creo haber encontrado muchas razones para
quedarme en sus miradas, no había en este lugar un solo alguien, quien no dijera
en sus mirar lo que debajo de sus harapos escondía. María es una niña mujer que
al igual que Luis Fernando nacieron en esta vereda, han respirado y comido de la misma tierra hecha polvo, la misma que inunda el ambiente como lo hicieran las
malas noticias de un nuevo muerto o un nuevo silencio que siempre termina
siendo el mismo, el que guarda nuevos hechos bajo el tapete. En la dirección de
la mirada de María hay nuevos hallazgos en el camino a encontrar otras
verdades.
En los siguientes días, de los siguientes
meses, de los siguientes años, si la vida no me muestra otros horizontes, repetiré
la misma acción sin cesar: caminaré por las mismas calles sin pavimentar,
miraré las mismas casas recubiertas de polvo, me sentiré observado por las
mismas mujeres, mas decrepitas, escondidas tras las cortinas viejas y
desarrapadas, y buscaré en los lagos profundos de los ojos de los pobladores nuevas
falacias, falsas verdades que se han venido ocultando a través de los años,
falacias que como mentiras escondidas tras las verdades, ahora unidas a los
temores no pudieron salir a flote, son verdades que han permanecido ocultas bajo el
tapete; aquí se ama en silencio, se ama a la fuerza o sea se violenta el amor, aquí
se maltrata la genitalidad, aquí se ahogan los lamentos, los muertos gritan
desde las fachadas de las casas y se dibujan con los dedos de los huérfanos en
las empolvadas calles, se oculta lo inevitable y se manosea la claridad.
Pasadas dos semanas después de mi primer
paseo por el dolor y el enfado, los cuatro cachivaches que hacen parte de mis
activos, fueron acarreados en un camioncito rumbo a Nemocòn Cundinamarca; porque
hay hombre que buscan la felicidad en el dinero, otros en sus conquistas y
caprichos amorosos y unos muy especiales, miden la felicidad de acuerdo a la dimensión de los problemas
que en enfrenta…ese soy. Empezó entonces
mi lastimera caricia al paisaje de esta
tierra que no me vio nacer, pero que ahora me vería envejecer, empieza un romance que debe
terminar en odio y protesta como todos los amores fortuitos lo hacen, lacerados
por el tiempo y las heridas del alma, por lo deseos infértiles y las lágrimas
derramadas; debe opacarse lentamente como se obscurecieron los días y las
noches de estas laderas doradas por el sol y preñadas de verde por la lluvia,
pero violentada en su fertilidad por la ambición de sus pobladores.
Un nuevo personaje de los muchos que se
debería agregarse a esta historia aparece en escena, la rectora del colegio de
Patio Bonito: nombre de la vereda que
por hambre de relato olvide reseñar.
Mujer menuda de cabellos desordenados,
de apariencia débil y ocasionalmente distraída…no hay nada de eso, Janeth es
fuerte, valiente, de decisión férrea, lo único que logra recular sus determinación, son los argumentos del
interlocutor. Trabaja hace siete años en esta ladera de pesares y de pesar en
pesar ha construido futuro para muchos jóvenes desubicados, también ha pisado
callos y desinflado egos como globos de neón que no pudieron volar, ha recibido
amenazas de muerte, tuvo que cambiar horarios de llegada y salida por seguridad
y con una sonrisa pequeña, ligeramente inclinada a la derecha, dice saber lo
que esta tierra guarda bajo el tapete, además asegura no temer. Y agrega a modo
de relato “el señor Valenzuela un día vino y me amenazó diciéndome –si ve
profesora, porque es que esta vereda aparecen muertos sin dueño- Janeth le
contesto -nadie vive del miedo, al contrario la gente se muere antes de tiempo
porque el miedo los mata de angustia- lo miro de frente y le pregunto que si había
traído con que matarla y que si no, fuera a la casa y trajera con que, que ella
lo esperaba afuera del colegio para que mis alumnos no a vieran morir…lo espero
de verdad, tres horas, el viejito ni se asomó a la puerta, ella entonces,
decidió ir a la casa de su contendor y preguntarle por qué la había dejado
esperando la muerte, el no supo darle una razón
Buen ejemplo para un hombre que necesita
darle valor a las penas, buen lugar para tenderle una derrota de sable a la hegemonía de la indiferencia. Todos los
días viajo dieciocho minutos de mi casa
a la vereda, tiempo en el que mi ojo, mi mente y mi corazón no descansan,
capturo una a una las imágenes que se presentan a diestra y siniestra, las analizo una a una, una y mil veces, luego las archivo en orden de
emociones, para, en la noche como loco rumiante bajo la complicidad de la
soledad deglutirlas y volverlas a leer sin perder detalle en búsqueda de nuevos indicios…no sé realmente
que estoy buscando, todos los días creo encontrar cosa nuevas y luego sé que
nada puede ser nuevo donde todo parece estar en decline o suspendido en un
limbo.
Luego de haberme tragado uno a uno, cada
centímetro de tristeza, de ruina y de olvido en que está sumido este pedazo de
tierra. En la tarde del viernes dos de
mayo empecé a imaginar cómo podría invertir esa cúpula convexa sobre las cabezas de los Patiobonenses, para
los que no hay adherencia social, donde nada se sostiene en lugar fresco, donde
no hay respuestas a las preguntas y las preguntas no corresponden a los cuestionamientos
de hombres cansados. Luis Fernando, María, la rectora Janeth, incluso el señor
Valenzuela pedían a gritos la atención de los indiferentes. Los ojos tristes de
los niños de la calle, las piernas fuertes y musculadas de las mujeres mayores,
los dibujos garabateados con los dedos de los infantes en las paredes
empolvadas, las amenazas de los Juan
Vaca, como se les llama a los jóvenes agrandados y fieros, las coqueteos de las
chismosas tras la cortinas y otras manifestaciones propias de esta ladera de
tierra y gravilla, solo es el grito ahogado del dolor de tierra, que tienen los
dos mil ochocientos cincuentas almas que sin morir aún, andan como muertas por
que tienen muerta el alma. 2850 almas de dos mil ochocientas cincuenta
habitantes que moran en este rincón de Colombia, son la misma cantidad de seres
que necesitan tierra limpia donde plantar sus pies.
Hoy, cuarenta y un días después de mi
integración a este hermoso paisaje, cuarenta y un días de amor y desamor, de miradas y rechazos, de
silencios y euforias, solucione algunas de mis ocultas dudas: sé que además de
llamársele Patio Bonito a la vereda, también se le denomina la Ruidosa, la
razón de tal seudónimo no la tiene nadie…se escucha todos los días y fines de
semana, pasadas las tres de la tarde, desde los balcones del vecindario. Luis
Fernando y otros jóvenes me han visitado en mi oficina para vaciar sus angustias sobre mi escritorio, bajo la
complicidad de lloviznas vespertinas y animadas por algún rasgo de confianza
que inspira mi presencia. La rectora del colegio,al igual que mi alma llora
todas las noches en la soledad de nuestros cuartos, la pequeñez e impotencia de
las manos frente al arduo trabajo social requerido. Aquí, no todos tienen sus
ojos surcados de hileras arboladas por
pestañas, algunos son efectos del rímel y en otros, son mera falta de agua y jabón.
Juan Vaca fue un forajido que escondiéndose de las autoridades llego una tarde
de un día oscuro como oscura era su alma, de algún lado que él no quería
recordar, se quedó y dejo marcas de sangre y dolor en recodos, puertas y andenes
que de por si desquebrajados ya, solo servían para que descansaran los
embriagados de soledad.
Y quien dijo que esto sería fácil. No es
siquiera leve para los miopes de conciencia o para los mismos gestores de la pobreza
y menos para los alcahuetes que prestaron a sus familias para jugar a la
esclavitud. La solución muy seguramente estaba en cada uno de estos hombres, en
sus propias casas o en sus propios imaginarios; la tarea es ahora es despertar
a sus luchadores internos y ponerlos a trabajar en su propia superación y
reconstrucción, había que, de alguna manera reconquistar su amor propio e
intentar poner sus valores a trabajar desde su propio palacio, devolverles su
propiedad más preciada, su libertad y su
confianza en si mismos.